Que las emociones tienen efecto en nuestro intestino lo tenés bien claro. ¿Acaso nunca sentiste mariposas en la panza cuando veías pasar a tu amor platónico por la vereda? 🦋

Otras personas, ante situaciones tales como: un examen o un mal día en el trabajo, empiezan a sentir que les duele la panza, tienen que ir corriendo al baño o la comida les cae como una piedra pesada.

Así es, existe una comunicación entre nuestro intestino y nuestro cerebro.

Por eso voy a hablarte de cómo funciona este diálogo entre estos dos órganos, cómo se comunican por diferentes vías y qué podés hacer para entender un poco más ese diálogo entre tu intestino y tu cerebro.


¿Qué verás en este artículo?

  • ¿Qué es el eje intestino-cerebro?
  • ¿Cuáles son las vías de comunicación en el eje intestino-cerebro?
    • Nervio vago
    • Microbiota
      • Estresores externos
      • Estresores internos
    • Sistema circulatorio
      • La serotonina (neurohormonas)
      • Los ácidos grasos de cadena corta
      • El cortisol (eje hipotálamo-pituitario-adrenal)
  • ¿Cómo podés estar atento al diálogo intestino-cerebro?
  • El eje es complejo, la ayuda es interdisciplinaria

¿Qué es el eje intestino-cerebro?

Sin darnos cuenta, muchas veces usamos expresiones que muestran la íntima relación que tienen para nosotros el intestino y el cerebro.

Por ejemplo:

— ¡Qué tipo ácido!

— No digiero esta situación.

— Es intragable esa persona.

Las emociones que parten de nuestro cerebro y nuestro tubo digestivo están íntimamente relacionadas. 

Por eso cuando tenemos una emoción como ira, tristeza o miedo y tenemos una panza sensible, las sentimos ahí.

O al revés, todo puede comenzar como una molestia en la panza, que lleva tal vez al dolor o hinchazón, terminás sintiéndote molesto y de mal humor.

Este diálogo es bidireccional, es decir que uno influye al otro.

Así es, tu cerebro envía mensajes a tu intestino y viceversa. Pero ahora, si quieres saber cómo lo hace, sigue leyendo.

¿Cuáles son las vías de comunicación en el eje intestino-cerebro?

La circulación de los diferentes estímulos en el eje intestino-cerebro pasan por diferentes vías o carriles:

  • El nervio vago
  • La microbiota
  • El sistema circulatorio (la sangre): por donde viajan distintos mensajeros que facilitan la comunicación intestino-cerebro como la serotonina, los ácidos grasos de cadena corta y el cortisol.

Veamos cómo funciona cada uno.

📌 Nervio vago

Se origina en el tronco cerebral (pasa por detrás de las orejas) y se extiende a cada lado del cuello, cruza el pecho y llega hasta el abdomen.

Sí, es uno de los nervios más largos del nuestro organismo. Y es la ruta principal de comunicación directa entre el intestino y el cerebro.

Esta comunicación fue demostrada hace unos 10 años por un grupo de investigadores que realizaron experimentos con ratones.

Primero modificaban la microbiota intestinal, es decir, el conjunto de microorganismos que conviven con nosotros, principalmente en nuestro intestino (¿te acordás que lo vimos en al artículo de SIBO?).

Utilizando el Lactobacillus Rhamnosus (un probiótico) evidenciaron que se generaba una respuesta en el cerebro llamada estimulación de receptores GABA sobre el cual actúan los neurotransmisores (GABA) que, cuando se activan, nos permite calmarnos, relajarnos.

Después decidieron hacer otra prueba para estar seguros. 

Primero estimulaban la microbiota y luego cortaban el nervio vago. ¿Y adiviná qué paso en el cerebro? Nada.

Eso quiere decir que, aunque se podía observar el cambio en la microbiota, la respuesta nerviosa ya no sucedía. 

Así de fuerte es esta vía de comunicación por este carril.

📌 Microbiota

Tener variedad en tu microbiota mejora positivamente la comunicación intestino-cerebro.

Esto lo podés lograr de varias formas, por ejemplo con una alimentación real variada o agregando prebióticos o probióticos en tu dieta. 

Pero no tenemos que olvidar que además de tu alimentación, la microbiota no solo es sensible a lo que ingerimos, sino también al ambiente. 

Existen estresores internos y externos que pueden alterarla. 

Estresores externos

Entre las situaciones más frecuentes en la consulta, los estresores externos que observo son la automedicación con algún antiácido o un antibiótico o el consumo excesivo de productos ultraprocesados (aquello que se suele vender en el supermercado que se encuentra envasado y dura mucho tiempo sin pudrirse).

Todo esto puede llevar a que se mueran algunas bacterias y se altere tu microbiota.

Tal vez te estás preguntando ¿y qué tipo de alimentación puedo hacer que no incluya los ultraprocesados? ¡No es posible comer sin ir al supermercado! 

👉 Te vas a sorprender cuando leas este artículo sobre una alimentación rica y sin ultraprocesados y este otro sobre hábitos saludables que puedes empezar a incluir en tu vida.

Estresores internos

La ansiedad o estrés, pueden alterar la microbiota intestinal. Algunos estudios demostraron esta relación.

 ¿Cómo lo hicieron? 

Pues se experimentó con un grupo de ratones, que habían nacido sin contacto con la flora intestinal de la madre (por cesárea) a los cuales se los considera con una microbiota estéril y se los expuso a situaciones estresantes (por ejemplo no los dejaban dormir bien o comer bien).

Luego se observó que se alteraba su microbiota intestinal cuando se los comparaba con otro grupo de ratones a los que nacieron por parto natural y tenían una microbiota intestinal variada.

¡Cuidado! Esto no quiere decir que en humanos un parto por cesárea hace más sensible al bebe a estas situaciones, como los ratones. Solo demuestra que hay una conexión en esa especie animal entre la microbiota y el cerebro.

📌 Sistema circulatorio

Por la sangre se trasladan células, hormonas, transportadores, de todo. Por eso nuestro organismo aprovecha esta vía al máximo, en este caso, para comunicar el eje intestino-cerebro tienes 3 formas:

La comunicación entre el intestino y cerebro a nivel del sistema circulatorio es bastante complejo e involucra muchos «coches» con distintos componentes que aprovechan esta vía.

#01 La serotonina (neurohormonas)

Las neurohormonas (serotonina, catecolaminas, do­pamina…) se liberan desde las células neuroendocrinas del intestino y actúan, directa e indirectamente, en la modulación del comportamiento. 

Por ejemplo, la serotonina ayuda en controlar las emociones y genera sensaciones de bienestar, ya que aumenta el sentimiento de satisfacción, la resiliencia y ayuda a sentirnos más relajados.

Para que des una idea de la importancia que tiene tu intestino, se estima que el 70-90 % de la serotonina se produce en el tracto intestinal.

Y además, los niveles de esta neurohormona son regulados por enzimas metabolizadas por la microbiota intestinal, atravesando la barrera hematoencefálica (BHE) que es algo así como la frontera que separa la sangre del sistema nervioso, para ayudar en la producción de serotonina a nivel sistema nervioso central.

La hiperestimulación del sistema nervioso simpático y los cambios hormonales, que genera el estrés, puede ser una agravante, más que una causa en sí del problema intestinal.

#02 Los ácidos grasos de cadena corta

Cuando tenemos una microbiota sana y variada podemos cambiar la fibra por ácidos grasos de cadena corta (muy conocidos en la dieta cetogénica, especialmente el ácido butírico).

Cuando el ácido butírico pasa, la BHE fortalece aún más el flujo de neurotransmisores GABA, ayuda a modular las emociones y brinda estabilidad a la barrera.

¿Y por qué es importante? 

Porque la BHE es el paredón que tenemos entre nuestro cuerpo y nuestra bóveda craneana, donde se encuentra nuestro cerebro.

Hay pocas «cosas» que pueden pasar ese paredón y muchas otras, como bacterias, virus, hongos que no deben pasar jamás.

#03 El cortisol (eje hipotálamo-pituitario-adrenal)

Las acciones en la microbiota intestinal también afectan al eje hipotálamo-pituitario-adrenal, regulando la liberación de cortisol.

El cortisol es una hormona secretada por las glándulas adrenales, las cuales están ubicadas arriba de cada riñón y tiene un efecto en prácticamente todos los órganos y tejidos del cuerpo. 

Esta hormona ayuda al cuerpo a:

  • Responder al estrés (a veces al cortisol se le llama la «hormona del estrés»),
  • Reducir la inflamación,
  • Regular el nivel de azúcar en la sangre y el metabolismo (cómo el cuerpo utiliza la comida para obtener energía),
  • Controlar la presión arterial.

Parecer ser que en los ratones con una microbiota estéril (como te conté antes) se han observado ante situaciones de estrés respuestas exageradas de citocinas inflamatorias.

En esta línea, existen otros estudios que demuestran el efecto opuesto cuando existe una microbiota sana agregando niveles altos de Lactobacillus Rhamnosus (probiótico) se pudo ver que los ratones reducen sus niveles de cortisol, tienen un mejor control del estrés, menor depresión y menor liberación de citocinas inflamatorias. 

¿Cómo podés estar atento al diálogo intestino-cerebro?

Llevar un buen registro de los pensamientos, emociones y conductas ayuda mucho.

La respuesta negativa que se tiene a ciertos alimentos generalmente está acompañada de un contexto no favorable que generalmente no le estás prestando atención. 

No existen emociones negativas o positivas, son todas necesarias, pero cuando son marcadas y constantes, el pensamiento nos va a llevar a una determinada emoción y nos lleva a desarrollar una determinada conducta.

Cuando algo te cae mal es muy importante conocer la causa orgánica, funcional y emocional. 

Al escribir vamos procesando esta comunicación intestino cerebro de otra manera.

Por ejemplo, las conductas evitativas (yo no puedo comer queso porque me cae mal) o anticipatorias (pienso en la situación, me lo imagino y ya tengo el síntoma) no te ayuda a identificar la causa.

Al hacer un registro puedes ayudar a tu profesional especializado en gastroenterología a descartar causas orgánicas para luego profundizar los estudios.

Una forma es llevar un registro diario, en cada comida, con las siguientes columnas:

  • Qué estamos comiendo
  • Que estoy pensando
  • Qué estoy sintiendo
  • Qué conductas estoy tomando
  • Cómo vamos al baño (yendo de cuerpo).

A pesar del efecto bidireccional de las emociones, creo que vale la pena destacar:

No todos los problemas gastrointestinales son por estrés o ansiedad.

Tampoco significa que tratando el estrés o ansiedad vamos a curar el problema gastrointestinal.

El eje es complejo, la ayuda es interdisciplinaria

Estas situaciones requieren de ayuda interdisciplinaria, en donde el paciente debe ser el protagonista de su mejoría.

Los profesionales no somos los que solucionamos, sino que el paciente debe actuar por su propia mejoría.

Habiendo descartado patologías orgánicas (enfermedad celíaca, intolerancia a la lactosa o la fructuosa, etc.) con la ayuda de un gastroenterólogo especializado, muchas veces se debe seguir avanzando con la ayuda de otros colegas: nutricionista, psicólogo o psiquiatra, entrenador físico.

Es un eje complejo con muchas vías, por lo que se necesita de una buena orientación inicial y la tranquilidad de avanzar con la ayuda de los profesionales.

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